sábado, 17 de marzo de 2018

Ángela María

Foto de Ángela María y Petro el día que anunciaron la Vicepresidencia
Foto tomada del Twitter de Ángela María

Orlando Ortiz Medina*


Una acertada decisión y un paso firme ha dado el candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro, al elegir como su fórmula presidencial a la actual representante a la Cámara Ángela María Robledo.

Con una hoja de vida impecable y con el talante ético del que infortunadamente carecen la mayoría políticos colombianos, en Ángela María Robledo las mujeres tienen a una verdadera defensora de sus derechos, tarea a la cual ha dedicado su esfuerzo en los diferentes cargos que por elección popular o como funcionaria pública ha desempeñado a lo largo de su vida.

Pero, más allá de su intensa lucha por la defensa de los derechos de la mujeres, que sin duda es uno de sus más grandes méritos, ha sido, en general, una ferviente defensora de los derechos humanos, en lo que cabe resaltar su compromiso con las víctimas del conflicto armado, especialmente quienes han sido objeto de violencia sexual, y de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, en donde, entre otros, jugó un papel protagónico en la elaboración y promulgación de la Ley de infancia y adolescencia.

Ángela María, psicóloga de profesión, es ante todo una trabajadora social que llegó a la actividad política para poner en la agenda del debate público las demandas de los sectores sociales tradicionalmente excluidos. Ese ha sido fundamentalmente su rol en el Congreso de la República, en donde, en más de una ocasión, ha sido destacada como la mejor parlamentaria.

Está comprometida con que la consolidación de la paz siga adelante porque desde su lugar como mujer, como lideresa y como congresista sabe de lo costosa que ha sido para el país una guerra de la que todavía muchos se quieren seguir lucrando o buscan capitalizar a favor de sus intereses políticos o económicos.

Esta es sin duda una fórmula ideal que va a convocar a quienes están convencidos de que Colombia necesita una opción realmente alternativa, capaz de renovar la política, dispuesta a hacerle frente a males tan endémicos como la corrupción y a insistir para que Colombia no siga siendo el país en el que unos pocos viven de sus enormes privilegios, mientras muchos otros deben arreglárselas en el día a día para lograr su sobrevivencia.

Ángela María se suma a la propuesta de una Colombia más justa, más equitativa; a un programa de gobierno que pone en el centro la defensa de la vida, el uso responsable y democrático de los recursos naturales, la lucha contra todas las formas de exclusión y discriminación contra hombres y mujeres y el respeto a quienes piensan y profesan ideas diferentes. Asimismo, un desarrollo económico a cuyos beneficios accedan todos los sectores sociales y que tenga como fundamento el acceso a la educación y la gestión del conocimiento; que antes que discriminar integre armónicamente la vida y las dinámicas de campos y ciudades, ausente en el modelo que hasta ahora ha dominado en Colombia.

En esta polarización en la que se ha sumido el país, con una extrema derecha que, aunque a espaldas de las mayorías, se siente cada vez más fortalecida y un centro imaginario cada vez más diluido y muy poco claro en sus formas y contenidos, los ciudadanos y ciudadanas que nos hemos sentido excluidos por un sistema político y económico diseñado para sostenerse en las desigualdades tenemos hoy una posibilidad histórica.

Gustavo Petro y Ángela María Robledo condensan en su propuesta muchos años de esfuerzo y abren un espacio para que todos los movimiento sociales, y quienes no se sienten representados o convocados por las viejas élites y maquinarias políticas, tomen el lugar que les corresponde frente las decisiones que se necesitan para que el país se encause por las sendas del cambio.

Quienes, con alguna razón, descreen en la política, desconfían, son escépticos, han sido indiferentes, abstencionistas, etc., deben tomar posición; lo contrario es ceder el derecho que como ciudadanos les asiste para ser parte del destino de sus territorios, de su vida personal y familiar o de sus colectividades e intereses grupales.

Recrear la política, profundizar la democracia, consolidar la paz y pasar la dolorosa página de la violencia que aún hoy sacude al país es un compromiso de todos. Encontrar para ello a quienes logren liderar y encausar esos cambios ha sido un viejo anhelo, tantas veces frustrado, incluso porque quienes han encarnado esa posibilidad han sido asesinados. Respaldar la opción de Ángela María Robledo y Gustavo Petro abre de nuevo esa esperanza. Ojalá que esta vez la vida no sea asesinada en primavera.


*Economista-Magister en estudios políticos


domingo, 11 de marzo de 2018

Ahora o ahora

Orlando Ortíz Medina*

Muy gallardo y consecuente con la coyuntura y los resultados tanto de las consultas, como de Senado y Cámara de hoy, aún en proceso de conteo; Gustavo Petro ha hecho un nuevo llamado a Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y todos los sectores alternativos para que concurran en una propuesta de unidad.

Ojalá ellos demuestren que tienen la humildad y sobre todo la inteligencia política suficiente para acudir a este llamado y entender que no otra cosa se puede hacer en este momento que es realmente histórico para Colombia.

Los resultados de la consulta son halagüeños, sin duda, fue una excelente votación la que se alcanzó, pese a las adversidades y las condiciones tan desiguales en que se enfrenta esta campaña.

Pero Gustavo Petro es consciente de que ello no es suficiente y que es necesario sumar otras fuerzas, máxime con la manera como va quedando conformado el Congreso, en el que siguen siendo mayoritarias las fuerzas de la derecha, lo que tampoco sorprende cuando sabemos el peso que en este tipo de elecciones juegan la corrupción y las maquinarias.

Si Fajardo, Navarro, Claudia, De la Calle y otros y otras que dentro de sus partidos encarnan algún tipo de liderazgo son inferiores a la hora de pensar y tomar una decisión consecuente con el llamado de esa parte del país que quiere y necesita un cambio, la historia sabrá pasarles una cuenta de cobro que nunca podrán pagar.

Es difícil, pero nunca como ahora habíamos estado tan cerca de la posibilidad de disputarle la presidencia a la derecha, los intereses que representa y sus mañosas maneras de encarar la política.

No hay que desconocer el liderazgo construido por Gustavo Petro para haber llegado a este punto; será digno que se le reconozca y qué mejor manera que deponer los egos, las prevenciones y acudir sensatamente a un diálogo que permita acumular las fuerzas que aún están dispersas.

La derecha y la extrema derecha sí son derrotables, eso es claro, sólo si el centro y la izquierda son capaces de mirarse como una opción posible, con sensatez y con espíritu de triunfo, más allá de los egos y la representaciones individuales.

*Economista-Magister en Estudios políticos 

sábado, 10 de marzo de 2018

Votar, sí, votar, pero no por los de siempre



Orlando Ortíz Medina*



Este 11 de marzo los colombianos elegiremos el nuevo Congreso de la República. Bueno, habrá que ver si realmente será nuevo o solo una reedición de lo que ya conocemos, incluida la vieja impronta que una y otra vez lo ha hecho merecedor del premio a la institución más desprestigiada de Colombia.

Esto, por supuesto, es algo de lo que no debemos regocijarnos, tratándose del órgano más representativo del sistema democrático moderno y en el que, para bien o para mal, todo lo que pase nos implica, independientemente de que hayamos o no participado en su elección.

Lo cierto es que no es un asunto menor el que nos convoca en ésta como en las próximas elecciones presidenciales, cuando estamos en un momento marcado por un conjunto complejo de situaciones, debido a la tensión que se produce entre esa parte de la ciudadanía que quiere que en el país se siga avanzando en el fortalecimiento de la democracia y la consolidación de la paz, y aquella que, por el contrario, insiste en que se mantenga el viejo estado de cosas que les permite a los de siempre sostener su sistema de privilegios.

La tradicional dirigencia de los llamados partidos históricos, hoy difuminada en nuevas marcas como Cambio Radical, el Partido de La U, Centro Democrático, Opción Ciudadana y los restos que aún quedan de los partidos Liberal y Conservador, buscan reafirmar la representación mayoritaria que siempre han tenido en el Congreso de la República, acudiendo como es costumbre a prácticas non santas como la compraventa de votos, el ofrecimiento de dádivas a los electores (el tamal es ya el más elemental de los ejemplos) y el uso y abuso de los recursos del Estado del que hacen gala muchos de quienes ofician como funcionarios públicos en alcaldías, gobernaciones y ministerios. Para no hablar de la vicepresidencia, desde donde sí que dejó bien armada su campaña el candidato a la presidencia de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras.

Actualmente el Congreso de la República es una institución llevada al peor de los mundos, que se traduce, entre otros, en los escandalosos casos de corrupción en los que muchos de sus protagonistas son precisamente algunos integrantes de las bancadas allí representadas. Se ha convertido además en un cuerpo que legisla en contra de los intereses de las mayorías nacionales –que son las que no votan- y a favor de ciertos grupos de interés que representan en esencia a los grandes poderes y conglomerados económicos.

Son claramente estos últimos los que a través de sus fichas definen la estructura y el valor de los impuestos, los que deciden los presupuestos, los que reglamentan los sistemas de salud y de pensión, los que se oponen a que haya una estructura de propiedad de la tierra más productiva y democrática, los que reglamentan el modus operandi del odioso y chupasangre sistema financiero, para poner solo unos ejemplos. Dejar esas responsabilidades en sus manos es algo que no debe seguir permitiendo una ciudadanía civilizada.

Así las cosas, votar este domingo es ante todo un compromiso ético; dejar de hacerlo, además de ser una renuncia al tal vez más valioso derecho que tenemos hoy los ciudadanos, es condonar y cederle la razón a quienes, cómodos de vieja data en sus sillones, han carecido de la altura y la decencia suficiente para ocupar un lugar que solo está pensado para hombres y mujeres cuyos valores y virtudes no tengan tacha, cuya formación, historia y realizaciones los haga verdaderos merecedores de tener en su haber la delegación del poder ciudadano, hasta ahora tan envilecido y manoseado.

Si el solo hecho de votar es de suyo una responsabilidad ética, más lo es todavía la calificación de la decisión, a la que se debe valorar como un acto sagrado, como un reflejo de las propias virtudes, de la entereza que se requiere para no ceder a las tentaciones de los que, carentes de escrúpulos, han hecho de la política un festín de crapulosos, anegándola como una de las máximas expresiones de la inteligencia humana.

Que pensar políticamente sea al mismo tiempo actuar éticamente es una tarea tanto de electores como de candidatos. Nada habrá cambiado si ello no se asume como la base de una transformación cultural; si el ciudadano no entiende que sólo es tal si hace uso de sus derechos políticos y que es solo de esa manera que asegura también sus derechos sociales, civiles, culturales y ambientales.

Recuperar el sentido y la razón de ser de la política es tal vez el proyecto más a la orden del día, en un escenario en el que el país avanza en la tarea de encontrarle salida al conflicto armado, pero que es insuficiente si no se logra también la modificación de las costumbres políticas y la sustitución de quienes han manchado el honor de las instituciones y son responsables de que Colombia sea uno de los países más desiguales y de los más elevados índices de pobreza en la región y en el mundo.

A los ciudadanos y ciudadanas nos corresponde tomar posición en esa tensión que permea el actual panorama electoral, cuyos extremos se han ido polarizando entre sectores representados en la derecha y en la extrema derecha, por un lado, y sectores alternativos, por otro, en medio de un centro que por esa misma razón se ha venido diluyendo.

En cualquier caso, se insiste, la renovación es una tarea urgente; nada habrá cambiado y lejos estaremos de ese nuevo país que anhelamos si nos abstenemos de participar en las decisiones políticas, si seguimos dejando que sean otros los que acuerden por nosotros y, sobre todo, si el Congreso sigue quedando en manos de mayorías controladas por las mafias o endosadas a los meros intereses privados.

Hay opciones varias desde los sectores alternativos, en la Lista de la decencia hay un buen número de candidatos o candidatas entre los que se encuentran personas de la academia, las organizaciones sociales, los artistas o sectores independientes que están comprometidos en la tarea de renovar la política y lograr la profundización la democracia.

Entre ellos está el doctor Rafael Ballen, número 8 en el tarjetón para el Senado, un ejemplo de pulcritud y transparencia; Aída Abella, número 5 en el mismo tarjetón, que, después de muchos años de haber estado en el exilio, merecería una oportunidad de estar en el parlamento; Gloria Flórez Schneider, número 10 en el tarjetón, exsecretaria de Gobierno en la alcaldía de Gustavo Petro. La lista a la Cámara de representantes por Bogotá la encabeza la líder social María José Pizarro, número 101 en el tarjetón, por quien daré mi voto e invito a votar, además de Ana Teresa Bernal y María Mercedes Maldonado, también lideresas y funcionarias destacadas de la alcaldía de Gustavo Petro.

Hay candidatos de otros partidos que merecen igualmente recibir el apoyo, Iván Cepeda y Alirio Uribe, candidatos al Senado (N°10) y la Cámara de Representantes (N° 110), respectivamente, por el Polo Democrático, que ya han mostrado un excelente desempeño y su gestión ha sido muy bien calificada en el Congreso de la República.

Esperemos, con optimismo y con el compromiso honesto y responsable de la ciudadanía, que esta primera jornada electoral de 2018 nos ponga en el camino para ir hacia los cambios que imprescindiblemente y con tanta urgencia Colombia necesita.

*Economista-Magister en Estudios Políticos