sábado, 1 de octubre de 2016

¿Por qué no?


Orlando Ortiz Medina*


Las elecciones de este domingo conllevan una enorme responsabilidad para quienes tenemos la oportunidad, quizás única, de decir o no al acuerdo para la terminación del conflicto armado que durante más de cincuenta años ha segado la vida de miles y miles de colombianos.

Vamos a definir si las próximas generaciones continúan dentro de los mismos marcos de la guerra y la violencia que a nosotros nos ha tocado vivir o pueden por el contrario trascender hacia formas de convivencia en donde la fraternidad, la solidaridad, el respecto y la solución pacífica de los conflictos sean sus referentes.

Estamos frente a una decisión fundamentalmente ética; pues más allá de partidos, de quienes gobiernan o quienes se les oponen; más allá de ideologías o credos religiosos, de odios e intereses particulares, estamos decidiendo sobre todo de la posibilidad de la vida y, casi nada, de la vida de los otros; posiblemente de quienes todavía no han nacido, lo que con más severidad nos compromete. ¿De qué se trata la ética sino fundamentalmente de la pregunta por la vida?

Aunque para muchos pueda sonar desatinado, los reclamos frente a una supuesta impunidad, el déficit en la aplicación de justicia o la posible elegibilidad política de los Integrantes de la FARC, entre otros, pueden al final resultar siendo menores y no ser más que la permanencia en un pasado que todavía nos persigue e impide salir de la estela de odio y de venganza en que nos hemos mantenido.

No podemos olvidar que si de algo se ha nutrido la historia de Colombia y nuestra vida personal y colectiva es de altísimas cuotas de impunidad y de injusticia. ¿Podrá haber algo más injusto que atravesársele a una sociedad que busca alternativas para evitar que la guerra y la violencia continúen? ¿Qué puede ser más insensato que negarse a la oportunidad de ser protagonista en el cumplimiento de una tarea, hasta ahora aplazada, de sacar las armas de la política y darle el sentido que le corresponde en una sociedad verdaderamente civilizada?

Nos quedan unas horas para pensar una decisión que no permite equivocarnos. Va a ser muy costoso si, más allá de nuestras diferencias, no coincidimos en que la prolongación de esta guerra a ninguno nos conviene y que avalar este acuerdo no nos compromete más que con la necesidad de dejar atrás esta historia bañada en sangre.

¿Por qué insistir en el país acostumbrado a la infelicidad de la guerra, inmune ante el dolor? ¿Por qué no decirnos y decirle al mundo que , que somos una sociedad capaz de reinventarse y en la que en adelante van a pesar más la sensatez que los odios y los deseos de venganza? ¿Que sabemos lo que vale y significa la defensa y la protección de la vida? ¿Por qué no?



*Economista-Magister en Estudios Políticos

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