jueves, 15 de diciembre de 2011

El Joven Simón

Orlando Ortiz Medina*


Lamentable el saldo que deja la tan cacareada constituyente liberal. Pues lo único que ha sonado y resonado y que ha merecido comentarios de la prensa hablada y escrita es el nombramiento del joven Simón Gaviria como su jefe único; como si eso fuera noticia, como si fuera novedoso en Colombia que un delfín llegue a un cargo de importancia dentro de las nóminas partidistas o de altas esferas del gobierno o el Estado; como si no fuera más que mantener la tradición de nepotismo y de preservación de las estirpes familiares en el poder.

Qué desperdicio, qué pena que de una reunión de dos días y meses anticipados de preparación lo único que haya merecido debate y comentarios sea la elección de su director; y más que por lo que encarnen y representen su pensamiento y sus ideas, por lo que despierta su aureolada juventud. Se olvida que en Colombia, sobre todo cuando se trata de ideas y asuntos de Partido, lo que menos importa es el número de años vividos, pues somos un país en el que, en estos menesteres, no es difícil encontrar viejos anquilosados de veinte o –aunque la verdad muy pocos- uno que otro joven renovado de ochenta.

Y la verdad es que de Simón Gaviria, del que hay que reconocer un desempeño meritorio en el congreso –en tierra de ciegos el tuerto es rey-, aún queda mucho por conocer. No olvidemos que nació en política con el peñalosismo, se cultivó un tiempo en el uribismo y pasó luego al liberalismo desde donde se proclama hoy como uno de los más fervientes seguidores del santismo, cuyo jefe es, al tiempo que el Presidente de la República, el jefe natural de La U, partido cuya estirpe fundamentalmente conservadora es inocultable.

Los que estamos atentos a que desde los partidos, otras fuerzas políticas, grupos de opinión, la academia, etc., surjan iniciativas o se dejen oír por lo menos esbozos de propuestas frente a las problemáticas y los temas que tanto concitan el interés nacional e internacional, nos quedamos con los crespos hechos.

Fue una reunión más de esas en las que los convocados se concentran en discutir los asuntos burocráticos, de la repartición de las cuotas de poder o representación, y en las que, surtido este propósito, se logra que al final todos salgan contentos, independientemente de que se hayan tratado o no los asuntos que de fondo corresponde discutir en el seno de los partidos. Es decir, los asuntos filosóficos o programáticos, la relación con sus bases y seguidores, la respuesta frente a los problemas y los retos y transformaciones que el país está en mora de emprender. Pero claro, es que esos son asuntos de los que sólo se ocupan los verdaderos partidos.

Al joven Gaviria le corresponde, así lo están pregonando y es la mayor esperanza de los principales voceros de su partido, sobre todo los viejos; la tarea de recomponer y lograr la reunificación del liberalismo. Lo que en plata blanca quiere decir conseguir que vuelvan al redil los renegados que, dizque siendo liberales, no tuvieron empacho a la hora de migrar hacia otros partidos, o remedos de los mismos, y terminaron como adalides del modelo de Estado y sociedad conservadora y autoritaria acentuado en los últimos años. Los mismos que se dispersaron en el abanico de partidos y partiditos –algunos cuyos directivos y militancia celebrarán la navidad en la cárcel- que se plegaron sin fórmula de juicio al gobierno de la Seguridad Democrática, que tanto le costó a los Derechos Humanos y al respeto por las libertades ciudadanas, precisamente bastión fundamental del pensamiento y las ideas liberales.

Recomponer o reunificar el liberalismo significa, pues, rearmar y reanimar las maquinarias desvencijadas, enrutar de nuevo el Partido –no importa como- para recuperar el trecho perdido en los meandros de la burocracia. Esa es la tarea que le asignan los viejos al joven Simón, lograr lo que ellos no pudieron.  Porque son los mismos y con las mismas que en los noventa, los ochenta, los setenta, los sesenta, los cincuenta, y sigan contando de ahí para atrás, se mostraron incapaces de defender un verdadero ideario liberal. Los que han actuado no sólo de consuno sino arredrados y subordinados ante quienes han defendido la estirpe hacendataria y patrimonial, que sobrepone sus intereses privados y particulares sobre los derechos y los intereses generales y colectivos. Los que capturaron y pusieron a su antojo el andamiaje del Estado y condenaron al eclipse a otras fuerzas y movimientos políticos. Los que por desidia, omisión o compromiso son responsables o se hicieron cómplices de quienes sembraron nuestra geografía de violencias.

La tarea la va a poder lograr sin falta el joven e inteligente Simón; su partido estará de nuevo y en forma en el seno de la maquinaria oficial y brillará otra vez la enseña bipartidista; sólo que entonces, y muy pronto, él será ya otro de los viejos, un viejo de a lo sumo 35 o 40 años, para gloria de la tradición política, la bendición y el camino fácil que en Colombia se abre a los delfines.

Joven todavía de años, pero viejo ya en sus ideas, veremos pronto a Simón agitando el percudido trapo rojo, pregonando como desde hace más de medio siglo la inaplazable tarea de renovación de su partido. Y a su lado estará Horacio José, el hijo de Horacio Serpa, cuyas “nuevas ideas” ya estarán el primero de enero tomando posición en el Concejo de Bogotá; al igual que Miguel Uribe Turbay, el nieto de su abuelo presidente, que lo único que se propuso y logró como liberal fue llevar la corrupción a sus justas proporciones. Porque sí que lo logró, en un país en el que, si para algo queda lugar –qué horror- es para tolerar que la corrupción siga creciendo.

Ya Horacio, el viejo-viejo, dijo que una vez que entregue su cargo en la gobernación de Santander se vendrá a Bogotá a apoyar en el nuevo cargo a su hijo y a ocuparse de sus nietos; como pronto lo hará también César, el padre de Simón, porque también a esos nietos habrá que perfilarlos como la vanguardia de las nuevas juventudes liberales, las del 2020; no importa que para entonces ya los viejos-viejos hayan pasado a mejor vida, lo importante es que las tareas inaplazables seguirán siendo las mismas: la reunificación del partido, más no la renovación de las ideas, porque ellas no  morirán con los viejos. Es tal vez lo único seguro.

Para entonces, como ahora, los temas de relevancia seguirán siendo asunto de menor calado en los encuentros o convenciones partidistas. Hoy hubiera sido interesante conocer cuan liberal es el Partido y su militancia frente a un proyecto que, como el que se discute de reforma a la justicia, atenta contra el equilibrio de poderes y está pensado para limitar el poder de las altas Cortes; que busca igualmente ampliar el fuero militar, con el retroceso y el riesgo que ello implica para los Derechos Humanos. Ya de ello en Colombia tenemos nefastas experiencias.

También hubiera sido interesante conocer hasta dónde está dispuesto a jugársela en la implementación de la Ley de Víctimas y a defender una propuesta que lleve a la democratización de la propiedad de la tierra, cuya decisión ha sido y sigue siendo aplazada, no obstante haber estado siempre en el foco de los factores  del conflicto. En fin, conocer si frente a estos y otros temas, como se dice por parte de algunos optimistas, se cuenta con la disposición, esa sí liberal, de hacer frente a la reacción ya en curso de los tradicionales defensores del establecimiento y el statu quo. Lo que pasa es que en todo esto la constituyente liberal fue bastante conservadora, como creo que lo será a la hora de la votación en el Congreso. 

En fin, partidos serios y con sólidas propuestas ideológicas, con fundamentos programáticos y a la altura de las colectividades modernas nos quedaremos todavía esperando. Los Jóvenes seguirán envejeciendo menos rápido que sus ideas, el partido se seguirá llamando Liberal, aunque secularmente siga gobernando con el ideario conservador. Y así sucesivamente.





*Economista- Magíster en Estudios Políticos