Orlando Ortiz Medina*
“El
dolor calculado no existe. Si esta señora en realidad sufriera, esas no
serían
las palabras. Parece más un trabajo para una clase de español.
Yo
no tengo mayor estudio, pero de sufrir sí sé”.
Luz Marina Bernal,
Una
de las madres de Soacha, sobre la carta de Lina Moreno.
Tomado
de un mensaje recibido por WhatsApp.
Muy oportuna la frase de Francis Scott
Fitzgerald con la que la ex primera dama de Colombia, Lina Moreno de Uribe,
encabeza su comunicado a propósito de la detención domiciliaria de su esposo, el
expresidente y senador Alvaro Uribe Vélez.
“Habría que comprender que las cosas no tienen
remedio y, sin embargo, estar decidido a cambiarlas”
Es
justamente lo que se ha venido intentando hacer en Colombia frente a lo que,
pareciera, no tiene remedio, pero que con obstinación hay que estar decidido a cambiar:
el sistema de administración de justicia que ha sido inoperante, poco efectivo y fundado
sobre un régimen de privilegios burlado por los delincuentes
de alta alcurnia, como ellos se creen, amparados en su historia, su linaje, su caudal
económico o político, o la influencia con que logran desenvolverse entre los
laberintos del poder.
Debemos
decirle a doña Lina que también es mucho “el silencio que ha guardado un país
que, atravesado por el dolor, no ha logrado encontrar la prudencia y el pudor que
le sirva para renovar ese lenguaje desgastado por el rencor y los fanatismos
políticos”; de paso recordarle que
ello ha sido ante todo responsabilidad de quienes, como su esposo, han formado parte
de esa dirigencia que se ha encargado de avivar los odios para hacernos sumir
en la violencia y el desangre.
Pero
si de pudor y prudencia se trata, desdice de ello el comunicado de doña Lina,
por más que lo adorne con frases de escritores célebres. Pues, a pesar de que
dice que hay un lazo común que une la divergencia de opiniones sobre la
sentencia, que es acatar el fallo, lo que hace justamente es desconocer y
tratar de infamar la decisión que en estricto derecho han tomado por unanimidad
los jueces de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia.
Si
estuvieran vivos, lejos se encontrarían Mann, Fitzgerald y Marai de dejarse
utilizar por quien muy hábil se muestra para despojar la medida de su halo de
juridicidad, con el argumento claramente maniqueo de que, además de
magistrados, quienes emitieron sentencia
“son seres humanos que piensan, actúan, hablan, sueñan y, como no puede ser de otra manera,
reciben las influencias de su entorno”. De esa manera, con toda falta de
pudor y de prudencia, doña Lina se atreve a afirmar que el fallo de la Corte no fue en Derecho.
Pero
no, señora Lina, pues cuando de la ley se trata, para una Corte a la altura,
que infunde respeto y hace gala de su sabiduría, son las pruebas y nada más que
las pruebas las que fundamentan sus fallos; no despoje de su ropaje de jueces, a
quienes presuntamente pareciera reivindicar, para lucirse en
cambio tildándolos de peleles volubles y faltos de criterio a la hora de tomar
sus decisiones.
No
es cierto que hayan sido el entorno y los intereses políticos los que
estuvieron en la base de la sentencia que ordena casa por cárcel al señor
expresidente; fue el voluminoso acervo probatorio recogido en los más de 1500
folios que componen el expediente el que llevó a la Corte a tomar la decisión;
la enorme cantidad de grabaciones, videos, testimonios, interceptaciones
telefónicas, las contradicciones y mentiras –comprobadas- de su abogado
defensor, que la Corte no tenía por qué obviar y la obligaba a tomar las medidas necesarias para el caso.
No
es sensato y desluce la pompa de su texto y la alcurnia de los autores citados que
quiera irrespetar las decisiones
judiciales, nunca bien vistas por el expresidente, su entorno familiar y el de toda
la cohorte de su partido y los círculos que la rodean. Tampoco es cierto que la
ley sea antes que nada lenguaje e interpretación, cualquiera que sea el erudito que lo haya dicho. En este
caso es más ilustrado decir, en lenguaje vernáculo, que cuando los hechos son
tozudos y las pruebas fehacientes, no hay tutía que valga, y hay que acogerse
sí o sí, cualquiera que sea el santo o el implicado, a lo que la ley dispone.
Fue ello y no otra cosa lo que hizo la Corte.
Aquí
no hay ninguna doble naturaleza en juego, solo una sociedad cansada que puja y
reclama por un sistema de justicia a la altura de un
orden civilizado, que quiere salirle al paso al estado de impudicia en que la
han mantenido los regidores que han usurpado y puesto a su haber los códigos y
las leyes para rehuir sus crímenes y obviar su responsabilidad ante el delito.
Y, cuando
pareciera que estamos dando el paso, curiosamente despierta de su letargo una
dama que hasta ahora nos había acostumbrado a su silencio, para decirnos con
frases célebres que la justicia es tan solo un asunto de interpretación,
camuflando un llamado a la impunidad, cuya muestra se enseñorea en el domicilio
prisión de 1300 hectáreas en que hoy se retiene a su marido.
Serán
las Cortes las que nieguen o reafirmen si Uribe “es el instigador y
determinador de un aparato criminal, culpable de las peores atrocidades
políticas y sociales vividas en Colombia en los últimos cuarenta años”. Si esa
es la imagen que de él ha llegado a los estrados judiciales, como afirma tambien
doña Lina, no se debe propiamente a las malas energías del ambiente, sino a que
no son pocas las andanzas de dudosa factura o los delitos en los que se le sindica
de haber participado directa o indirectamente, antes, durante y después de sus
ocho años de Gobierno.
De
manera que, señora Lina, parafraseando con su venia el texto citado de Sandor
Marai, hay que dejar que la justicia por fin y algún día opere para que no sea
solo un cuerpo celeste, nebuloso, sino para que en verdad alguna vez brille y
tenga alma.
Invoquemos,
cómo no, pero sin entorpecer a los jueces, “el sentido espiritual que guíe
los destinos del país y de todos nosotros” para que empiece a resolverse esa
narrativa de odio que ya alcanza a nuestras nuevas generaciones.
Queda
entonces preguntarnos, trayendo ahora la frase que la señora Lina nos regala de
Thomas Mann, si será posible que “de esta fiesta universal de la muerte, del
terrible fuego febril que enciende el cielo vespertino y lluvioso a nuestro
alrededor”, algún día los uribistas nos dejarán el paso abierto para que
surja el amor.
*Economista-Magister en estudios políticos
Cuando sentimos que en nuestro desgarrado pecho y el conjunto de cosas que habitan en nuestra memoria y entendimiento, no cabe más ignominia, llegan ellos con sus innovaciones. ¿Cuánto más podemos apretujar entre el dolor y la esperanza?
ResponderEliminarCreo que lo que tratan es de buscar adherir personas a que le apoyen en su braceo sin agua y esta señora yo pensé que ya no era la esposa de uribe
ResponderEliminarEs imposible poder olvidar el dolor de las madres de los falsos positivos.Esperamos que la justicia pueda operar sin presiones.
ResponderEliminarInsolito tratar de hacerle creer a todo un pais, la inocencia del delincuente mas grande del Colombia....Matarife
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