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jueves, 4 de septiembre de 2025

C-amargo: El nuevo magistrado de la Corte Constitucional.


 Nada cómodos se deben sentir quienes, nutridos de valores y portadores de las más excelsas condiciones personales y profesionales, sí han puesto su profesión al servicio del derecho y la defensa de las instituciones y no de los intereses políticos o particulares de quienes le favorecieron con su voto.


Orlando Ortiz Medina*


Foto: Ámbito jurídico 
El senado de la República eligió como magistrado de la Corte Constitucional al señor Carlos Camargo Assis; un nuevo revés para la democracia y la ratificación de la profunda escisión que existe en Colombia entre la ética y la política.

Porque sí, es cierto que fue elegido en abierta votación en el Senado de la República y que obtuvo una amplia mayoría frente a sus competidores; pero también lo es que la democracia es algo más que un algoritmo y un sistema de procedimientos, y que lo que realmente la instituye es el conjunto de principios y valores que rodean las decisiones.  

Y si de esto último se trata, no son propiamente Camargo y los mentores de su cuestionado ascenso a las cimas de la burocracia, ni sus electores de ayer en el Senado, los depositarios de las mejores virtudes. 

Camargo ha sido uno de los más ilustres representantes de quienes llegan a sus cargos con la única tarea de sellar su deshonra y dejar en el piso la majestad de las instituciones a las que en mala hora se las ingenian para llegar. 

Para la muestra, vale decir que fue deformado en las mismas aulas por las que pasaron Iván Duque y Francisco Barbosa. Expresidente uno y exfiscal el otro, son célebres por la mediocridad de su gestión y, sobre todo, por haber sido de los más ilustres representantes de quienes llegan a sus cargos con la única tarea de sellar su deshonra y dejar en el piso la majestad de las instituciones a las que en mala hora se las ingenian para llegar. 

El exdirector de la Federación Nacional de Departamentos, exmagistrado del Consejo Nacional Electoral, exdefensor del Pueblo, y ahora exvicerrector de la Universidad Sergio Arboleda y nuevo magistrado de la Corte Constitucional, ha llegado a ocupar sus puestos no propiamente por sus méritos, que al parecer nadie obtiene en La Sergio, sino porque ha sido un hábil trepador, ficha clave de los roscogramas y que, saltando y asaltando competencias, ha sido colocado por y sabido colocar a sus amigos y familiares gracias a las ganancias obtenidas en el sucio mercado de favores.  

Así que el resultado de la votación no fue ninguna sorpresa, pues ya estaba cantado y era parte de las deudas que con letras de cambio tenían en su elección la fecha de vencimiento. Lo cierto es que sí se pone en cuestión la probidad de la alta corporación a la que acaba de ser elegido y que se desluce el trabajo de quienes ahora, o en otros momentos, juiciosamente se han ocupado del estudio y la promulgación de sus dictámenes. 

Por su trayectoria y su hoja de vida, y tanto más por lo que se conoce de su comportamiento en las posiciones ocupadas, no era él la mejor opción para entrar a ser parte de quienes se ocupan como guardianes de la constitución y el Estado de Derecho.

Nada cómodos se deben sentir quienes, nutridos de valores y portadores de las más excelsas condiciones personales y profesionales, sí han puesto su profesión al servicio del derecho y la defensa de las instituciones y no de los intereses políticos o particulares de quienes le favorecieron con su voto. 

La elección de Camargo Assis ratifica la sustancia de la que mayoritariamente está hecho el Congreso de la República y la poca valía y respeto que, debido a ello, les merece a los ciudadanos. Por su trayectoria y su hoja de vida, y tanto más por lo que se conoce de su comportamiento en las posiciones ocupadas, no era él la mejor opción para entrar a ser parte de quienes se ocupan como guardianes de la constitución y el Estado de Derecho.

Sobra ya hacer una comparación con quienes eran sus competidores, especialmente la actual magistrada del Tribunal del Valle, María Balanta, que siendo de lejos la más indicada para ser elegida, no reunía el caudal que le dio la victoria a Camargo: su capacidad para moverse entre las aguas infectas de los inodoros de la vieja política. 

Definitivamente el país sigue preso de una dirigencia retardataria, incapaz a sí misma de renovarse, de entender que no se puede seguir manteniendo en el hedor de sus propias miserias y que debe dejar de insistir en poner palos en la rueda a un país que puja por seguir allanando el camino de sus transformaciones políticas y culturales.

En mala hora la Corte Constitucional tiene que acoger a su nuevo inquilino, un malhadado exponente de aquellos a quienes una sociedad civilizada y una clase política honrada ya le habría expedido su certificado de caducidad y dejado para su exhibición en la percha del olvido.


*Economista-Magister en estudios políticos




lunes, 12 de febrero de 2024

Gan Gan y Gan Gon

 “Ellos solo son dos chicos pilluelos”
Canción de Richie Ray y Bobby Cruz. 

Orlando Ortiz Medina*



Es muy probable que cuando en la universidad fueron compañeros de pupitre eran también los malos del curso; aquellos cuya pobreza a la hora de rendir conocimientos frente a sus profesores y demás condiscípulos se disimula siendo los más sapos y sentándose en las primeras filas. Seguramente eran también de aquellos saboteadores, expertos en hacerle bullying a sus compañeros, robarles las tareas y sentirse los mejores conquistadores del pasillo. 

El ser amigos de picardías en sus años de adolescencia y haberse convertido en hábiles trepadores con sobrada astucia para moverse dentro de los laberintos del poder, le permitió a uno llegar a ser presidente y al otro, gracias a su incondicional camaradería, fiscal general de la nación. Hoy, aunque un tanto a destiempo, los dos pasan a la historia como los funcionarios de peor desempeño en sus cargos, batiendo récords que jamás alguien pensó que pudieran superarse. 

Francisco Barbosa, quién lo creyera, superó con creces en abusos y fechorías a su inmediato antecesor, Néstor Humberto Martínez, bajo cuya gestión hubo hasta muertos con cianuro. 

Iván Duque, ese fue el logro más destacado de su Gobierno, le arrebató el galardón al expresidente Andrés Pastrana, quién con total falta de vergüenza y autoridad moral vocifera sobre los males del país, de los que él es en buena medida responsable. Francisco Barbosa, quién lo creyera, superó con creces en abusos y fechorías a su inmediato antecesor, Néstor Humberto Martínez, bajo cuya gestión hubo hasta muertos con cianuro. 

Duque fue un don nadie que pasó sin pena ni gloria por la presidencia de la República, de la que hizo un paseo, corto para él y largo para el país que tuvo que soportarlo. Jamás dejó entrever talla alguna de mandatario, aunque sí de mandadero, abyecto como se mantuvo al jefe de su partido y a la cáfila autoritaria y delincuencial que lo circunda. Debe, eso sí, reconocerse que nunca ocultó su ineptitud y mediocridad, pues fue siempre claro en hacerlas públicas. Al César lo que es del César…

Pero que haya pasado sin pena ni gloria no quiere decir que no haya hecho daño. Lo hizo y mucho. Hubo un doloroso reversazo en el proceso de paz, que alentó de nuevo el crecimiento de la violencia, ya en gran parte reducido luego de la firma del acuerdo de paz con las FARC. Durante su desgobierno se produjo el peor estallido social que se haya visto en las últimas décadas en Colombia, al que trató con la más virulenta represión, dejando decenas de jóvenes muertos y con mutilaciones oculares. Dejó asimismo una economía lastrada, con altísimas cifras de desempleo, inflación e informalidad, además de un déficit fiscal y comercial elevado y un enorme endeudamiento externo, cuyas consecuencias estaremos todavía varios años pagando.

Algo es algo, aunque sí produce un poco de vergüenza saber que se requiera tan poco para llegar a ser presidente de un país tan complicado como Colombia.

De las relaciones de Colombia con el entorno internacional mejor ni hablar. Eso sí, el mundo se enteró de que por lo menos se había leído el cuento de Blancanieves y los siete enanitos, que sabe hacer piruetas con el balón y que, también mediocremente, se atreve a rascar la guitarra. Algo es algo, aunque sí produce un poco de vergüenza saber que se requiera tan poco para llegar a ser presidente de un país tan complicado como Colombia. En efecto, no aprendimos con Pastrana.

Decíamos que dejó a su compañero de grado en la Fiscalía General de la Nación. Lo ternó, lo impuso y le dio instrucciones de cómo actuar y comportarse para evitar que el órgano rector de la justicia cumpliera las funciones para las que fue creado, sobre todo cuando se tratara de acusaciones contra los más cercanos amigos de su Gobierno, en especial de quien desde las pesebreras de sus fincas le manejaba los hilos, inquieto como vive por la cantidad de delitos en los que de vieja data ha venido siendo implicado. 

El amiguis del presidente no fungió nunca como el verdadero responsable de las tareas y responsabilidades adscritas a su cargo, sino como el vocero de intereses personales y partidistas al servicio de quienes ahora o en el pasado utilizaron sus cargos para la comisión de delitos. Es decir, fue puesto en el cargo no para aplicar justicia sino precisamente para evitar que se aplicara.

Barbosa llevó a grados bajo cero la majestad y el grado de confianza en el sistema de aplicación de justicia

Su gestión la dedicó antes que nada a absolver a los más cercanos miembros de su cohorte. Casos como el de la llamada “ñeñepolítica”, por ejemplo, referido al presunto ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial de Duque, terminó finalmente archivado sin mayores explicaciones. Otro ejemplo, tal vez de los más ilustrativos, es el del expresidente Alvaro Uribe, investigado por los delitos de soborno y manipulación de testigos, que ha estado atravesado por todo tipo de maniobras dilatorias con las que se espera que precluya por vencimiento de términos, pese a que hay un suficiente acervo de pruebas que obligarían a que fuera llevado a juicio.

Hay muchos ejemplos más que lo único muestran es que, en el periplo de Barbosa por la fiscalía, la nota común fue hacer mutis por el foro y caso omiso en los resultados de las investigaciones, a menos que se tratara de aquellos a quienes el fiscal y los miembros de su cofradía consideraban enemigos políticos, por lo que había que desmembrarlos en los medios o en los estrados judiciales, groseramente manipulados por ellos. Fue, además, un hábil manipulador de cifras, gracias a su pericia y la de sus subalternos para acomodar a su antojo los algoritmos y obtener resultados tan inflados y artificiales como su ego. 

 El colmo de los colmos fue utilizar parte de su extenso número de escoltas para que fueran a su casa a sacarle a orinar los perros.

Es ello lo que explica que la entidad haya llegado al punto más bajo y de peor calidad en su desempeño. Si Iván Duque dejó el país al garete, Barbosa llevó a grados bajo cero la majestad y el grado de confianza en el sistema de aplicación de justicia. Inmenso daño el que se le ha hecho al país, que tanto le costará volver a recuperarse, máxime cuando hasta ahora la Corte Suprema de Justicia no ha hecho el nombramiento de su reemplazo y está previsto que, temporalmente y no sabemos hasta cuando, lo suceda en el cargo la vicefiscal Martha Mancera, segura continuadora de la estirpe barbosiana e igualmente objeto de delicadas y tenebrosas acusaciones.

Mancera, de acuerdo con investigaciones de prensa, está acusada de favorecer a grupos delincuenciales en el puerto de Buenaventura, y no va a ser ella quien voltee la escopeta para hacerse el harakiri, cuando seguirá teniendo, como el ahora su exjefe, toda la nómina bajo su control. Si algo faltara, la sucederá en el cargo de vicefiscal otro hórrido personaje, el actual coordinador de fiscales ante la Corte Suprema de Justicia, Gabriel Ramón Jaimes, de sobra conocido por su baja estofa moral e intelectual y su sobrada diligencia cuando se trata de decretar la absolución o prescripción de casos de aquellos a quienes, por su inconmensurable poder, le manejan los dedos a la hora de digitar las cuartillas en las que proclamará sus dictámenes.  

El aliado de copialina de Duque en la universidad sí que se destacó por el abuso en el desempeño de sus funciones y la utilización de bienes y funcionarios de la entidad para sus necesidades personales. El colmo de los colmos fue utilizar parte de su extenso número de escoltas para que fueran a su casa a sacarle a orinar los perros; enviaba personas del servicio adscritas a la fiscalía para que realizaran funciones de empleadas del servicio doméstico en su hogar, y utilizó para su disfrute personal y de sus amigos y familiares el avión de la entidad, incluidos días de descanso, dominicales y festivos. 

Alcanzado el triunfo de Gustavo Petro, primer presidente de Colombia que llega al poder desde la otra orilla del establecimiento, sumó bríos para convertirse en el principal agitador de la oposición.

Eso no fue todo. Alcanzado el triunfo de Gustavo Petro, primer presidente de Colombia que llega al poder desde la otra orilla del establecimiento, sumó bríos para convertirse en el principal agitador de la oposición e iniciar, sin decoro, vergüenza alguna o respeto por la majestad de su cargo, su campaña a la Presidencia de la República. Es una mácula más que puso sobre la institución, con la venia silenciosa de las cortes o de cualquier otro de los órganos de control, que nunca tuvieron a bien llamarle la atención. 

Si con su amigo de lonchera Barbosa fue el más abyecto y genuflexo, con el presidente Gustavo Petro decidió convertirse en su piedra en el zapato, aprovechando cualquier tribuna para venirse lanza en ristre contra sus ideas o propuestas de Gobierno. Se tornó de pronto en el más aguzado investigador, en el prohombre de la moral y el principal defensor y escudero de las mismas instituciones que otrora deshonró con sus acciones impúdicas y sus omisiones, abusos e impertinencias. Nada más grave le puede ocurrir a un país que su administración de justicia se politice y se utilice para perseguir a quienes se consideren enemigos o contradictores, al tiempo que para proteger a quienes sean los miembros o aliados de su séquito. 

El más encumbrado narcisista que haya ocupado un cargo público en toda la historia de Colombia, y ha habido muchos, dejó la sal regada en el piso, no solo de la fiscalía, sino de prácticamente toda la geografía nacional; pues en el mismo saco están la procuraduría, la contraloría y la Defensoría del Pueblo; una muestra fehaciente de la ruptura del equilibrio de poderes, cuyo telón de fondo es en realidad la enseña indeleble de la quiebra ética que gracias a este tipo de funcionarios tienen en vilo nuestra continuidad y estabilidad como nación.  

En mala hora los profesores no notaron o se hicieron los de la vista gorda cuando el par de angelitos desaplicados capaban las clases de ética, si es que ella existió alguna vez en la universidad Sergio Arboleda, de cuyos funcionarios también hemos tenido noticias no precisamente buenas. 

Para aprender lo que no se debe hacer, Gan Gan y Gan Gon nos dejan sus memorias impresas en varios tomos de pasta dura y edición de lujo. Habrá que ver si hay alguien que se atreva a consumir sus pestañas leyendo las epopeyas de estos dos enormes gladiadores de la más baja estirpe de la cultura nacional.


*Economista-Magister en Estudios políticos