domingo, 16 de noviembre de 2025

Los (as) niños (as) del Guaviare


Es claro así que ningún gobierno y en ninguna circunstancia se puede pasar por alto que la guerra tiene límites y que, como ya se anotó, existen personas de especial protección, como en este caso eran los (as) niños (as).

Orlando Ortiz Medina*


Foto: Portales de temas de DIH
A nombre del Estado, o cuando menos a nombre del Gobierno, el Presidente Gustavo Petro debe ofrecer disculpas al país y a las familias de los niños y niñas que fueron víctimas en un operativo contra las disidencias de las FARC en el municipio de Calamar, departamento del Guaviare.

Toda acción militar debe llevarse a cabo teniendo en cuenta protocolos previos de investigación e inteligencia, que aseguren las condiciones para realizarla sin que constituyan violación a los derechos humanos o el Derecho Internacional Humanitario.

Si había niños (as) en el blanco del ataque el operativo no debió llevarse a cabo y no vale decir que no se sabía de su presencia en el mismo, pues de eso se trata el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. Es imperativo el acogimiento a los principios humanitarios y a lo que prescriben las normas nacionales e internacionales, máxime en un Gobierno que se debe a una propuesta diferente de encarar el conflicto en Colombia.

El Estado colombiano es firmante y ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño de 1989, así como el Protocolo Facultativo de la Convención del año 2000, relativo a la participación de los niños en conflictos armados, y está obligado a cumplirlo.

Lo que dispone la Convención y el protocolo facultativo está precedido por lo estipulado en el IV Convenio de Ginebra de 1949, relativo a la protección de las personas civiles en tiempo de guerra, del cual los niños y niñas son beneficiarios (as). Asimismo, el Protocolo II adicional de 1977, cuya finalidad es impedir que los niños y niñas participen en los conflictos armados y los consideren sujetos de protección especial, aun si estuvieran participando directamente en las hostilidades.       

Es claro así que ningún gobierno y en ninguna circunstancia se puede pasar por alto que la guerra tiene límites y que, como ya se anotó, existen personas de especial protección, como en este caso eran los (as) niños (as).

No se desconoce que el Presidente está presionado por quienes desde la oposición le exigen resultados; los mismos que hoy condenan hechos que, como este -ciertamente lamentable y condenable-, antes aplaudían. Pero no puede caer en la trampa de dejarse llevar a una confrontación ciega en la que, como en la mayoría de las veces, personas inocentes terminan siendo víctimas.

Es preferible hacer oídos sordos a quienes, hipócritamente, siguen reivindicando los hechos de guerra, que solo cuestionan cuando les sirven para deslegitimar al Gobierno y sumar a sus pretensiones políticas.

La búsqueda de soluciones negociadas es algo en lo que se debe insistir y mantener en prioridad, sin que ello implique bajar la guardia y renunciar al uso legítimo de la fuerza por parte del Estado, sobre todo cuando se trata de enfrentar a quienes, argumentando causas nobles, no son más que expresiones delincuenciales y artífices de una guerra cada vez más degradada.

En cualquier caso, debemos guardar la coherencia y no permitir que el cumplimiento de los derechos quede subordinado a quienes, desde una u otra orilla, se esfuerzan por alcanzar sus realizaciones a costa de que el país se mantenga anegado en la violencia.  


*Economista-magister en estudios políticos 

miércoles, 12 de noviembre de 2025

La romería a Llano Grande


Los ahora copartidarios hicieron las pases y volvieron a prometer lo que uno durante cuatro y otro durante ocho años no hicieron mientras fueron los anfitriones de Palacio.


Orlando Ortiz Medina*


Foto: El Espectador
La hacienda Llano Grande, en el municipio de Rio Negro, Antioquia, se ha convertido por estos días en la sede de campaña de los sectores políticos de la derecha y la extrema derecha, que se han puesto en alerta ante una posible nueva derrota en las próximas elecciones presidenciales y del Congreso de la República.

Por la que ha sido casa de habitación y recinto carcelario, están desfilando candidatos y candidatas que, como al Oráculo de Delfos, llegan a consultar y pedirle permiso, bendición y consejo a su propietario, quien oficia como mentor, mientras aprovecha para resarcir su imagen, cuidar sus pesebreras y tratar de amarrar a quienes puedan sumarle haberes a lo que queda de sus miserias políticas. 

Al diestro montador de equinos, encantador de serpientes y hábil administrador de motosierras todavía le queda autoridad sobre ciertos aspirantes a quienes, además de falta de autoestima, ideas, programas y partido, les preocupa que los cambios que está viviendo el país lleven a que se mantenga la tendencia progresista en el próximo periodo presidencial.

Estos saben bien que, pese a su obstructiva oposición, los hechos los rebasan y la ciudadanía valora los resultados de las políticas del actual Gobierno, especialmente en materia económica y social, y lo que ello significa en la profundización de la democracia. 

pese a su obstructiva oposición, los hechos los rebasan y la ciudadanía valora los resultados de las políticas del actual Gobierno, 

La más reciente visita fue la de un señor con bastón de viejito, voz de niño entrando en la pubertad, moral extraviada y pensión de expresidente, que en ocasiones no tan lejanas reseñaba a su ahora contertulio como un triple mentiroso. Su máxima obra, no se le puede quitar el mérito, fue la célebre mansión conocida como “La catedral”, construida con recursos del Estado para poner bajo su cuidado y consentir al más peligroso de los narcotraficantes que ha habido en Colombia. 

Los ahora copartidarios hicieron las pases y volvieron a prometer lo que uno durante cuatro y otro durante ocho años no hicieron mientras fueron los anfitriones de Palacio. Que se ocuparán de lo social, dijeron al salir de su encuentro los que hicieron de la salud y las pensiones un jugoso negocio para el sector privado, llevaron a su mínima expresión la educación pública y recortaron los derechos de los trabajadores, que enfrentando todo tipo de obstáculos este Gobierno ha tratado de recuperar.

Ya anteriormente había pasado a tomar oxígeno y respirar verde una señora a la que cada cuatro años vemos descender de un boeing procedente de París. Ella, quien siempre ha proclamado que su misión en la vida es tejer, no importa si son discordias, llega de nuevo a hacer parte de esas cofradías exaltadas de patriotismo que en estas épocas se convocan para “salvar al país”. 

Lo hizo igualmente un exministro, sobrino de un condenado a cadena perpetua por narcotráfico en los Estados Unidos. Fue embajador en ese mismo país y en Colombia estuvo en la cartera de Defensa, con un saldo muy pobre en materia de seguridad, la que ahora propone como su bandera de campaña y condición imperativa para lograr la felicidad de la patria. Pero su peor infortunio es que, por designios del oráculo, le haya tocado amarrar su candidatura al sello del partido de la célebre francocolombiana que, se dice popularmente, es como subirse a un avión fallando. 

Lo que interesa es si están dispuestos a ser parte de ese hatajo que el rey del pastoreo quiere armar para atravesarse a ese nuevo país que está naciendo y que ha puesto en cuestión su lugar en la escala de privilegios

También fue la candidata periodista, quien, a falta de argumentos y propuestas, a menos que no sean las de que va a echar plomo a diestra y siniestra, mejor si fuera lamiendo suela y con tropas extranjeras, ha convertido el nombre del actual presidente en un fastidioso cotorreo, culpándolo desde el homicidio del mar muerto hasta de los cólicos de la Divina Cleopatra. 

Al confesor llegó asimismo quien fue su ministra de Defensa, célebre por la Operación Orión y por ser víctima de una tragedia familiar: la de su hermano condenado por ingreso de heroína a los Estados Unidos. La misma que fue vicepresidenta en el periodo de un dictadorcito inane, que, si bien ocupó el sillón del palacio, nunca pasó de ser un aspirante a presidente. Él aún no se ha sumado a la procesión, intuye que, tal como cuando se paseó por su cargo, seguirá siendo una figurilla ignorada. 

Han sido más los concurrentes, como un abogado experto en defender indefendibles, que cuenta con mucha gracia cómo elevaba gatos envueltos en pólvora para satisfacer sus pulsiones de muerte, tal como ahora promete destripar a quienes considere de izquierda. Es un minúsculo ostentoso, que en el mundo de una farándula en decadencia se hace llamar tigre, aunque no llegue a ser siquiera una cagarruta de los mininos que sacrificaba.  

Además, contó el casero del oráculo, ha tenido llamadas y distinto tipo de conversaciones con otros líderes que le copian, o a los que pide que le copien, no importa su laya o procedencia. Lo que interesa es si están dispuestos a ser parte de ese hatajo que el rey del pastoreo quiere armar para atravesarse a ese nuevo país que está naciendo y que ha puesto en cuestión su lugar en la escala de privilegios. 

Que dos septuagenarios expresidentes pretendan convocar a la construcción de una nueva Colombia es poco menos que un chiste, además de un colosal cinismo, pues no solo son parte responsable de esa gran estela de problemas que todavía el país arrastra, sino deslucidos ideólogos de un pasado al que pretenden retornarlo.  

Ya no encaja un pacto de gobernabilidad en cabeza de una dirigencia vetusta e incapaz siquiera de reconocer el estado crítico en que se encuentra.

El país ha cambiado. Los trabajadores han visto aumentar su salario real, muchas más personas pueden hoy soñar con que van a lograr una jubilación, los adultos mayores están recibiendo un apoyo que les ayuda a vivir en una condición más digna, más jóvenes confían en que pueden ingresar a la universidad, los campesinos y campesinas están viendo renacer el campo, los afros y los indígenas ven que hay mayor inversión en sus territorios. 

Aunque les cuesta decirlo, incluso los grandes empresarios deben reconocer que han tenido un buen saldo en las utilidades de sus firmas; bien pueden certificarlo banqueros, comerciantes, industriales, inversionistas del sector agropecuario, turístico, etc. Son los resultados de un manejo acertado y responsable de la economía, que contradijo los malos augurios -más que nada deseos- que la oposición advirtió como seguro camino a una bancarrota.  

Por fortuna el país cuenta hoy con una ciudadanía más calificada, que ha valorado los cambios y entiende lo difícil que ha sido para el gobierno llevarlos pronto y a buen término. Esto sin desconocer las falencias ni negar los desaciertos, que son parte del aprendizaje de una primera experiencia que invita a corregir y a asegurar a futuro una más asertiva gestión. 

Aparte de la incisiva manipulación mediática y el enorme poder que mantienen los poderes de facto, no hay pues nada que favorezca a quienes no entienden que deben dejar de hablarle al pasado. Ya no encaja un pacto de gobernabilidad en cabeza de una dirigencia vetusta e incapaz siquiera de reconocer el estado crítico en que se encuentra. Más aún cuando sigue dependiendo de las consejas de una divinidad subjudice, a la que en cualquier momento podría tocarle volver a lucir su traje color naranja o su piyama de rayas. 

Los electores saben que Llano Grande podría ser otra versión de la cueva de Alí Babá y sus consabidos contertulios; asimismo, que la romería tiene más un aire de conspiración para regresarnos a un pasado en el que ya tantas afugias padecimos, antes que la intención sensata de competir en democracia por el bienestar de una nación que, estamos seguros, insistirá en seguir adelante. 


*Economista-Magíster en estudios políticos 


miércoles, 5 de noviembre de 2025

Señor Trump, suba el volumen.


Mamdani es la contracara de lo que representa el arrogante y secuaz presidente de los Estados Unidos, a quien, por decir lo menos, los electores neoyorquinos le han asestado una sonora bofetada


Orlando Ortiz Medina* 


Foto: France 24
El triunfo de Zohran Mamdani en New York es una lección, una voz de aliento y un mensaje que debe celebrar el mundo entero. Demuestra que siempre están con vida opciones de resistencia, capaces de retar y sobreponerse a discursos que se reclaman hegemónicos y se creen incólumes e invencibles.

No es cualquier cosa el triunfo de un candidato socialista en la llamada Gran Manzana, que es en efecto uno de los grandes centros en donde se albergan parte de los más poderosos símbolos del poder y el capitalismo mundial.

Mamdani es la contracara de lo que representa el arrogante y secuaz presidente de los Estados Unidos, a quien, por decir lo menos, los electores neoyorquinos le han asestado una sonora bofetada.

Es un orgulloso migrante nacido en África, hijo de padres de origen indio, musulmán y activista por la causa palestina, comprometido con la defensa de los derechos de los trabajadores, las mujeres, los grupos étnicos y las comunidades diversas.

Es osado en sus propuestas y, en el contexto que vive su país, gobernado por un sociópata megalómano de la más baja estofa ética y moral, serán muchas las adversidades que tendrá que enfrentar para lograr sus resultados. Pero es parte de esas generaciones que encuentran sentido en comprometerse en la afrenta contra quienes pretenden que la humanidad regrese a tiempos bárbaros de libertades simuladas y autoritarismos reales.

Mal día debe estar pasando el innombrable peluquín del país del norte que, no solo en New York, vivió un rechazo a su peligroso y nefando estilo de gobierno, sus malogradas políticas económicas y el perverso saldo que en materia social están dejando.

Contra Donald Trump y su círculo de forajidos se manifestaron esta vez los que, allá y en otros países del mundo, están dispuestos a no dejar que las huestes neofascistas y retardatarias se pasen por encima de los derechos y las reservas de la democracia que aún quedan por defender.

El triunfo del candidato socialista es también un llamado al propio Partido Demócrata, que ha ido perdiendo norte y afectos dentro de su propia militancia, que no ve en él el compromiso para defender sus necesidades e intereses y lo nota más alineado con la regresión conservadora.

Complace saber que la extrema derecha, que sin duda ha venido ganando terreno en diferentes lugares del mundo, no tiene, como cree, el camino despejado para moverse a sus anchas y consumar sus propósitos de dominio. 

En el caso de Colombia, que tanto viene siendo objeto de la insolencia y los ímpetus dictatoriales del mandatario gringo, es un aire adicional confirmar que la insistencia en el cambio y la derrota de las derechas por parte de las fuerzas progresistas sigue siendo un camino, no solo posible, sino necesario. 


*Economista-Magister en estudios políticos