miércoles, 21 de octubre de 2015

Elecciones: lo que está en juego.



Orlando Ortíz Medina*




Nunca como ahora la configuración del mapa político y de los sectores que asuman el control de las instituciones y el conjunto del Estado había sido tan relevante. O en las gobernaciones, alcaldías, concejos municipales o asambleas departamentales, así como en las próximas elecciones presidenciales y de Congreso de la República se consolidan las fuerzas políticas dispuestas a sacar adelante el proceso de paz y a llevar a cabo las transformaciones que para el efecto se requieren, o nos veremos abocados a un nuevo e interminable ciclo de violencia que nos habrá de llevar a que como sociedad y como país colapsemos.

Terminado el proceso de negociación entre el gobierno y las FARC, que al fin y al cabo no irá más allá de ser un asunto esencialmente protocolario, la construcción de la paz pasa a ser de estricta competencia de los ciudadanos, de la manera como se conduzcan en sus decisiones políticas y del protagonismo que alcancen en la refrendación e implementación de los acuerdos. Los cambios no se hacen solos y la concreción de los acuerdos en políticas públicas, programas y proyectos que les den curso y los viabilicen dependen de quienes queden en cabeza de las instituciones.

El ambiente vivido con la actual administración es apenas un pálido reflejo de las complejidades a que se enfrentará ya no sólo Bogotá sino todo el país en el inmediato futuro. Fue evidente lo que cuesta todavía para algunos sectores respetar y asumir que en el juego de la democracia deben y pueden tener cabida propuestas y agendas de gobierno distintas a las que históricamente han gobernado.

El matoneo mediático, las reacciones de grupos de la empresa privada que vieron afectados sus intereses y un fuerte acoso institucional, incluido el intento fallido de destitución y decreto de muerte política por parte del procurador general de la nación, son los hechos más relevantes y en los que más se destacó la creatividad de los que siempre se han reclamado precursores de la democracia, eso sí siempre y cuando sean ellos los que estén acomodados en las sillas del poder.

Por ello resulta absurdo evaluar con el rasero de sus lógicas y decretar con ellas el fracaso de la actual alcaldía, por controvertidos que sean los resultados. Más aún, con un cabildo distrital que se olvidó de los grandes temas de la ciudad para concentrarse fundamentalmente en hacer un bloqueo pendenciero y revanchista de su gestión, que no gratuitamente le cerró el paso a un Plan de Ordenamiento Territorial, paradójicamente reconocido y premiado por organismos internacionales.  

Es claro que si otro hubiera sido el candidato elegido no se le había quitado al sector privado el negocio de las basuras, que les ha ahorrado a los usuarios más de cuarenta y cinco mil millones de pesos y sirvió, además, para mejorar la calidad de vida de la población recicladora. Tampoco se hubiera establecido como derecho el acceso gratuito al mínimo vital de agua, ni tarifas diferenciales en el Transmilenio para beneficio de los estratos 1 y 2. No se hubiera decretado más de un día sin carro como parte de un ejercicio pedagógico dirigido a promover el cuidado y respeto por el medio ambiente, ni creado los Centros de Atención Medica a al Drogodependiente, CAMAD, o abogado por el respeto y el cuidado de los animales, etc. Todas medidas o políticas que en el espacio de la democracia tienen defensores y contradictores, pero que al fin y al cabo son parte de la agenda de un gobierno legitimado en las urnas y que cuenta todavía con un amplio respaldo ciudadano.

Se ha sido mezquino en reconocer liderazgo de Bogotá, nacional e internacional, al poner sobre la mesa los temas claves de lo que son los nuevos paradigmas de ciudad y las agendas del desarrollo: un concepto envolvente e integral de seguridad humana que incluye el cambio climático, el cuidado del agua, la densificación urbana, la defensa de todas las formas de vida, incluida la animal y vegetal, el tratamiento no represivo del consumo de sustancias psicoactivas y la implementación de políticas dirigidas a que se eliminen todas las formas de discriminación, exclusión y segregación social, que es lo que se debe seguir profundizando como fundamento definitivo de la construcción y la consolidación de la paz.

Como las cifras hablan por sí solas, veamos algunas de ellas:

  • De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal, durante esta administración, Bogotá logró reducir la tasa de homicidios de 23,4 a 17,4 % por cada cien mil habitantes, cifra que no se veía desde al año 1983 y que es la menor entre las cinco ciudades más grandes del país; la media nacional está por encima del 35 %.
  • De acuerdo con  la encuesta “Bogotá Cómo Vamos”, las víctimas de delitos como robos y atracos  se redujeron de 39 % en 2009 a 20 % en el 2015.  Aun así y como parece imposible que la realidad supere las creaciones ficticias de los medios, la percepción de inseguridad entre los ciudadanos se acerca al 60 %. 
  • Bogotá sigue siendo la ciudad que más aporta al crecimiento del Producto Interno Bruto Nacional,  alrededor del 25 % del total.
  • En la actual administración, se logró una reducción del 50 % de la pobreza y la pobreza extrema descendió por debajo del 2 %.
  • El valor promedio del salario en la ciudad está 19 puntos por encima de la media nacional y la ciudad está también entre las que presenta las menores tasas de desempleo y desigualdad en el país.
  • Bogotá es la única ciudad del país en la que la muerte de niños por desnutrición se ha reducido a cero.
  • Bogotá es la que muestra mejores registros en materia de cobertura y calidad de la educación en todos los niveles: primaria secundaria, universitaria y de postgrado.
  • En términos de inclusión, reconocimiento y respeto de la diversidad, Bogotá ha liderado en el país la implementación de políticas y programas especiales para la población LGBTI, las mujeres y las comunidades indígenas y afrocolombianas, al igual que para las víctimas y la población desmovilizada del conflicto armado.
Estos, que no son resultados de poca significación, se han querido opacar frente a otro tipo de problemáticas en los que innegablemente la ciudad sigue mostrando carencias, especialmente en el tema de la movilidad, cuya solución rebasa los alcances de un gobierno que al respecto heredó uno de los peores desastres y con un rezago que acumula décadas de errores y desaciertos de administraciones anteriores. En todo caso, muestran la validez de que nuevas fuerzas políticas se abran espacio y se sigan consolidando, y con ellas los nuevos proyectos de sociedad, de ciudad y de país.

En las próximas elecciones los bogotanos nos vemos abocados a una situación que redundará ahora y en el inmediato futuro en el acontecer social y político de todo el país, ya sabemos que fundamentalmente desde aquí se está organizando el escenario para las futuras presidenciales.  Por ello deberá seguir marcando la pauta no sólo y como ya se ha demostrado en profundizar la mejora de los indicadores sociales, de inclusión y crecimiento económico, sino también en la consolidación de las nuevas agendas y los nuevos liderazgos políticos. Una salida en contravía llevará será sin duda a un saldo costoso para toda la nación. La opción es Clara.


*Economista-Magister en Estudios Políticos