miércoles, 21 de octubre de 2015

Elecciones: lo que está en juego.



Orlando Ortíz Medina*




Nunca como ahora la configuración del mapa político y de los sectores que asuman el control de las instituciones y el conjunto del Estado había sido tan relevante. O en las gobernaciones, alcaldías, concejos municipales o asambleas departamentales, así como en las próximas elecciones presidenciales y de Congreso de la República se consolidan las fuerzas políticas dispuestas a sacar adelante el proceso de paz y a llevar a cabo las transformaciones que para el efecto se requieren, o nos veremos abocados a un nuevo e interminable ciclo de violencia que nos habrá de llevar a que como sociedad y como país colapsemos.

Terminado el proceso de negociación entre el gobierno y las FARC, que al fin y al cabo no irá más allá de ser un asunto esencialmente protocolario, la construcción de la paz pasa a ser de estricta competencia de los ciudadanos, de la manera como se conduzcan en sus decisiones políticas y del protagonismo que alcancen en la refrendación e implementación de los acuerdos. Los cambios no se hacen solos y la concreción de los acuerdos en políticas públicas, programas y proyectos que les den curso y los viabilicen dependen de quienes queden en cabeza de las instituciones.

El ambiente vivido con la actual administración es apenas un pálido reflejo de las complejidades a que se enfrentará ya no sólo Bogotá sino todo el país en el inmediato futuro. Fue evidente lo que cuesta todavía para algunos sectores respetar y asumir que en el juego de la democracia deben y pueden tener cabida propuestas y agendas de gobierno distintas a las que históricamente han gobernado.

El matoneo mediático, las reacciones de grupos de la empresa privada que vieron afectados sus intereses y un fuerte acoso institucional, incluido el intento fallido de destitución y decreto de muerte política por parte del procurador general de la nación, son los hechos más relevantes y en los que más se destacó la creatividad de los que siempre se han reclamado precursores de la democracia, eso sí siempre y cuando sean ellos los que estén acomodados en las sillas del poder.

Por ello resulta absurdo evaluar con el rasero de sus lógicas y decretar con ellas el fracaso de la actual alcaldía, por controvertidos que sean los resultados. Más aún, con un cabildo distrital que se olvidó de los grandes temas de la ciudad para concentrarse fundamentalmente en hacer un bloqueo pendenciero y revanchista de su gestión, que no gratuitamente le cerró el paso a un Plan de Ordenamiento Territorial, paradójicamente reconocido y premiado por organismos internacionales.  

Es claro que si otro hubiera sido el candidato elegido no se le había quitado al sector privado el negocio de las basuras, que les ha ahorrado a los usuarios más de cuarenta y cinco mil millones de pesos y sirvió, además, para mejorar la calidad de vida de la población recicladora. Tampoco se hubiera establecido como derecho el acceso gratuito al mínimo vital de agua, ni tarifas diferenciales en el Transmilenio para beneficio de los estratos 1 y 2. No se hubiera decretado más de un día sin carro como parte de un ejercicio pedagógico dirigido a promover el cuidado y respeto por el medio ambiente, ni creado los Centros de Atención Medica a al Drogodependiente, CAMAD, o abogado por el respeto y el cuidado de los animales, etc. Todas medidas o políticas que en el espacio de la democracia tienen defensores y contradictores, pero que al fin y al cabo son parte de la agenda de un gobierno legitimado en las urnas y que cuenta todavía con un amplio respaldo ciudadano.

Se ha sido mezquino en reconocer liderazgo de Bogotá, nacional e internacional, al poner sobre la mesa los temas claves de lo que son los nuevos paradigmas de ciudad y las agendas del desarrollo: un concepto envolvente e integral de seguridad humana que incluye el cambio climático, el cuidado del agua, la densificación urbana, la defensa de todas las formas de vida, incluida la animal y vegetal, el tratamiento no represivo del consumo de sustancias psicoactivas y la implementación de políticas dirigidas a que se eliminen todas las formas de discriminación, exclusión y segregación social, que es lo que se debe seguir profundizando como fundamento definitivo de la construcción y la consolidación de la paz.

Como las cifras hablan por sí solas, veamos algunas de ellas:

  • De acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal, durante esta administración, Bogotá logró reducir la tasa de homicidios de 23,4 a 17,4 % por cada cien mil habitantes, cifra que no se veía desde al año 1983 y que es la menor entre las cinco ciudades más grandes del país; la media nacional está por encima del 35 %.
  • De acuerdo con  la encuesta “Bogotá Cómo Vamos”, las víctimas de delitos como robos y atracos  se redujeron de 39 % en 2009 a 20 % en el 2015.  Aun así y como parece imposible que la realidad supere las creaciones ficticias de los medios, la percepción de inseguridad entre los ciudadanos se acerca al 60 %. 
  • Bogotá sigue siendo la ciudad que más aporta al crecimiento del Producto Interno Bruto Nacional,  alrededor del 25 % del total.
  • En la actual administración, se logró una reducción del 50 % de la pobreza y la pobreza extrema descendió por debajo del 2 %.
  • El valor promedio del salario en la ciudad está 19 puntos por encima de la media nacional y la ciudad está también entre las que presenta las menores tasas de desempleo y desigualdad en el país.
  • Bogotá es la única ciudad del país en la que la muerte de niños por desnutrición se ha reducido a cero.
  • Bogotá es la que muestra mejores registros en materia de cobertura y calidad de la educación en todos los niveles: primaria secundaria, universitaria y de postgrado.
  • En términos de inclusión, reconocimiento y respeto de la diversidad, Bogotá ha liderado en el país la implementación de políticas y programas especiales para la población LGBTI, las mujeres y las comunidades indígenas y afrocolombianas, al igual que para las víctimas y la población desmovilizada del conflicto armado.
Estos, que no son resultados de poca significación, se han querido opacar frente a otro tipo de problemáticas en los que innegablemente la ciudad sigue mostrando carencias, especialmente en el tema de la movilidad, cuya solución rebasa los alcances de un gobierno que al respecto heredó uno de los peores desastres y con un rezago que acumula décadas de errores y desaciertos de administraciones anteriores. En todo caso, muestran la validez de que nuevas fuerzas políticas se abran espacio y se sigan consolidando, y con ellas los nuevos proyectos de sociedad, de ciudad y de país.

En las próximas elecciones los bogotanos nos vemos abocados a una situación que redundará ahora y en el inmediato futuro en el acontecer social y político de todo el país, ya sabemos que fundamentalmente desde aquí se está organizando el escenario para las futuras presidenciales.  Por ello deberá seguir marcando la pauta no sólo y como ya se ha demostrado en profundizar la mejora de los indicadores sociales, de inclusión y crecimiento económico, sino también en la consolidación de las nuevas agendas y los nuevos liderazgos políticos. Una salida en contravía llevará será sin duda a un saldo costoso para toda la nación. La opción es Clara.


*Economista-Magister en Estudios Políticos


lunes, 31 de agosto de 2015

Del lado de allá, del lado de acá.

Orlando Ortiz Medina*


Del lado de allá, se pasó por encima de los derechos y se ignoró que aun en condición de indocumentados o inmigrantes ilegales, quienes estaban en la frontera eran merecedores del respeto y el trato digno que como seres humanos les asiste. Al gobierno de Venezuela le correspondía acatar las normas y tratados internacionales a las que está obligado, antes de proceder de facto y sin ningún tipo de miramiento sobre la condición de los cientos de familias a las que, sin mediar investigación y sin un debido proceso, se les puso en situación de delincuentes.

Del lado de acá, indigna la hipocresía y la doble moral de los que megáfono o biblia en mano se desplazaron a solidarizarse y a prodigar abrazos y mercados cuando, como  políticos o gobernantes, de ahora o de antes, son también responsables de que éstas personas hayan tenido que abandonar origen, familias, afectos y propiedades.

En el centro, entre el lado de allá y el de acá, en ese lugar de nadie, a menos que de quienes hicieron de él el escenario de sus pillerías, están  los condenados de siempre, los que se deben comer la mierda y sufrir los vejámenes y la desgracia de haber nacido en una tierra que los dejó a la intemperie, que los hizo nómadas, trashumantes y huérfanos de un Estado indolente que hoy quiere lucirse con gestos insulsos de solidaridad y patriotismo, aunque ayer haya sido sordo y mudo ante una población a la que no protegió ni escuchó, y que se vio por ello obligada a abandonar ese lugar ajeno al que retórica y eufemísticamente llaman patria. 

La migración, incluso muchas veces la legal, es uno de los productos de esa geografía configurada por realidades desiguales, por países, sociedades y ciudadanos de primera y de segunda, que dio lugar, además, a la creación de todo tipo de espejismos y contemplaciones quiméricas, muchas de ellas motivadoras del éxodo de quienes empezaron a sentirse relegados en sus propias tierras o viviendo en un país hecho y diseñado a la medida de algunos que no somos nosotros. 

Las fronteras son hoy antes que nada canales de irrigación de las miserias de quienes han optado por arriesgarse a florecer en el herbario de malezas y podredumbre en que terminaron convertidas. Son, en esencia, el lugar de paso de todas las plagas e ignominias que en cada país prosperan al ritmo de la pobreza, las malas políticas, la urgencia de sobrevivir, y sobre todo de la corrupción y la quiebra ética y moral que compromete a funcionarios, gobiernos y sociedades. 

El contrabando, el narcotráfico, la prostitución, la explotación sexual, etc., deslucen a quienes solo huyen en búsqueda de una mejor oportunidad para sus vidas. Pero todos a una deben pagar a quienes, bien como como ilegales o bien como defraudadores de uniformes, chalecos o placas oficiales, del lado de allá y del lado de acá, les cobran peaje como sustitutos de los verdaderos agentes de aduana.

La migración es también un acto de coraje; sobre todo para quienes su partida es un salto al vacío, un viaje hacia ninguna parte y con tiquete sin fecha de regreso; en donde saben que lo único que llevan es la tristeza, el dolor y la rabia por aquello que abandonan y por el miedo de llegar a un lugar al que ni su nostalgia ni su dolor les pertenece.

En las actuales circunstancias de Colombia y Venezuela, duele saber, además, que hay familias en cuya sangre y cuerpos no aparecen trazos que real o imaginariamente les demarquen fronteras: padres y madres colombianas, hijos e hijas venezolanas, y viceversa, que allá y acá echaron raíces intentando reconstruir sus vidas.

Entonces lo que se requiere son gobiernos que, independiente de sus ideologías y diferencias en las concepciones de sociedad y desarrollo, asuman la responsabilidad y el compromiso de garantizar la vida, la integridad y los derechos de todos y cada uno de los ciudadanos, dentro y fuera de sus fronteras. Se trata también de que se revisen las venas rotas por las que hoy fluyen degradadas sus relaciones y se tejen sus entornos, cada vez más en manos de quienes aprovechan para hacer del pillaje y la piratería su forma de vida, que esperemos no lleguen a imitar en su tenebroso estilo a los coyotes y polleros mexicanos.

Ojalá también que, en el caso colombiano, las circunstancias no lleven a que el polifónico as de la ayuda humanitaria, sin duda necesaria en estos momentos, se convierta una vez más en el mecanismo para seguir haciéndole el quite a verdaderas soluciones duraderas y permita que se estire el ya perverso y alargado cordón umbilical que mantiene en la dependencia y el miserabilismo a quienes, a veces con sensatez, pero a veces con odioso oportunismo, terminan pernoctando en la incomodidad de su pobreza.



*Economista- Magister en Estudios Políticos.

viernes, 27 de marzo de 2015

El panóptico del Expresidente

Orlando Ortiz Medina*


Mala seña que ahora los profesores vayan a tener que sentirse intimidados, hasta el punto de llegar a abstenerse de expresar sus opiniones o comentarios, por el hecho de que en las aulas de clase parecen haber quedado vestigios de esa especie de cuerpos de seguridad y vigilancia, las redes de informantes y cooperantes, heredados de los ocho años del gobierno de la Seguridad Democrática, que bien podemos asimilar al panóptico de Jeremy Bentham, que luego aplicó a sus estudios sobre los modelos disciplinarios y del ejercicio y control del poder el filósofo francés Michael Foucault. Ya volveremos sobre el tema.

Nada tiene de extraño que en el aula de clases los estudiantes confronten a sus profesores cuando éstos exponen sus ideas o se refieren de manera crítica a hechos o personajes de la historia. Es normal e incluso loable que ello suceda y que no los tomen, como era en otros tiempos, como poseedores exclusivos de la verdad a quienes hay que asumir y recitar literalmente. Como se dice coloquialmente, tragando entero.

Justamente lo que se quiere de la academia es que contribuya a la formación de un pensamiento crítico, tan necesario para un país en el que, como Colombia, predomina la tendencia a imponer y absolutizar verdades, y que no se ha caracterizado propiamente por el respeto a la libertad del pensamiento y las ideas ajenas sino que, por el contrario, allí se fundan muchas de las razones que explican el oprobioso historial de violencia que como nación hemos tenido que padecer.

Lo que sí se torna preocupante es que, antes que un espacio para la crítica y el debate constructivo entre alumnos y profesores, lo que estos últimos expongan en sus clases se convierta en una fuente de amenaza y constreñimiento a sus actividades profesionales. No tiene explicación ni justificación alguna que alguien cuyo nombre ha sido invocado o que por sus ideas y pensamientos haya sido aludido en una sesión de clase, se sienta con el derecho de hacer reclamos o, peor aún, de retar rabiosamente a quien como maestro sólo está actuando conforme lo indica la razón de ser de los recintos de formación académica.

Es como si en su momento a Charles Darwin uno de sus amigos o seguidores lo hubiera llamado a decirle que el profesor de teología estaba poniendo en cuestión su teoría de la evolución y este hubiera respondido amenazando al susodicho con algo así como si me sigue difamando le doy en la jeta marica’”. Darwin, por el contrario, se hubiera sentido complacido, pues para un intelectual o pensador que se respete será siempre un honor que sus ideas sean expuestas y debatidas en la academia. Claro, lo que pasa es que tiene que ser eso, un intelectual o pensador que se respete, que no corresponde al caso.

Hoy, por la facilidad que permite la tecnología y el acceso a las redes sociales, las clases pueden ser transmitidas en vivo y en directo y llegar de inmediato a quienes para bien o para mal, si es que están vivos, tienen que ver con el asunto; porque la verdad es que de los pensadores ilustres y con merecimientos para ser invocados en las aulas de clase quedan ya muy pocos.

El hecho al que se alude sucedió hace unos días cuando Álvaro Uribe Vélez retó a través del twitter a un profesor de la Universidad Libre de Pereira, que en una de sus clases se refirió a una columna escrita por uno de quienes fueron Ministros del hoy expresidente y senador, sobre un tema que, como el de la acción de tutela, es de interés y debate en la historia reciente de Colombia. El expresidente se enteró gracias a que una seguidora suya, presente en la clase, le transmitió la información, también a través de las redes sociales.

Pareciera un hecho que en sí no debería demandar mayor atención, pero preocupa, como se anotaba al comienzo, que la actitud de la alumna responda a que en las mentes de muchos ciudadanos continúe instalado esa especie de chip imaginario que, en tiempos de la Política de Seguridad Democrática, los quiso convertir en parte de los cuerpos de seguridad y vigilancia del Estado y que hoy siguen fungiendo como tales, sólo que ahora al servicio exclusivo de los intereses no tan santos del señor expresidente. Hay que recordar que no es el primer caso que se presenta; incidentes parecidos han ocurrido contra profesores de las universidades Libre y Javeriana de Bogotá.

Las redes de informantes o cooperantes parecen seguir operando al servicio de su creador como una especie de lente panorámico que le permiten, como en el panóptico de Bentham, además de seguir irradiando la fantasiosa omnipotencia de su figura, mantener abierto su espectro de control y vigilancia tanto sobre sus críticos como de aquellos a quienes acostumbra a enlodar o denigrar.

El panóptico fue una propuesta de diseño arquitectónico para la construcción de las cárceles que hacia fines del siglo XVIII hizo el filósofo Jeremy Bentham (1748-1832). Se trataba de un edificio cuya distribución del espacio permitía que, desde un solo punto de observación, un único vigilante pudiera tener el campo visual del conjunto del edificio y el control de todos quienes allí estuvieran.

Pero, además de reducir los costos y aumentar la eficiencia de las labores de vigilancia, la gracia del panóptico era que quien actuaba como vigilante no podía ser visto por quienes eran vigilados. De esta manera, el vigilante podría no estar o abandonar temporal o definitivamente su lugar y sin embargo los vigilados sentían su presencia; es decir, el diseño del panóptico generaba en los habitantes del lugar la sensación de estar permanentemente observados; real o imaginaria, la mirada del que vigila estaba siempre presente.

Michel Foucault (1926-1984) toma la idea de Bentham y extiende y aplica la comprensión del panóptico al modelo de una sociedad que se organiza con dispositivos a través de los cuales logra controlar y disciplinar a los ciudadanos. Para Foucault, el panóptico, ya no físico o arquitectónico como en el caso de Bentham, se expresa en la escuela, el hospital, el cuartel, los medios, etc., desde donde los administradores del poder controlan las mentes e inducen los comportamientos, las conductas y las actitudes de las personas.

En el caso específico de la seguridad, el panoptismo cumple la función de que cada quien en su lugar de socialización y convivencia (la plaza, la calle, el parque, el restaurante, el teatro, la propia casa o en el aula de clase, como el caso que nos ocupa) se sienta vigilado.
  
Se genera así una especie de halo paranoico y de sentimientos de temor o desconfianza que al final no será más que una forma de constreñimiento para quien simplemente toma tiempo para pensar, disentir, actuar, expresar opiniones, etc.; cada quien tendrá que decir sólo lo que ese otro con presencia omnisciente y que jamás podrá ser visto quiera oír, bajo pena de ser expuesto a señalamiento, destierro, maltrato o castigo, lo que en el caso de Colombia es desplazamiento, tortura, desaparición forzada o incluso homicidio.

Lo ocurrido con los profesores Alfredo Correa de Andreis y Miguel Ángel Beltrán son sólo dos ilustrativos ejemplos. El primero fue asesinado en la ciudad de Barranquilla y el segundo puesto en prisión y luego destituido y proscrito de la academia y la función pública por decisión de la Procuraduría General de la Nación. Su delito fue el de ejercer y defender la libertad de cátedra siendo críticos del establecimiento.

Los alumnos que transmiten al expresidente lo que dicen los profesores en sus clases se revelan entonces como una especie de extensión de su ya exagerado cuerpo de seguridad, que le permite contar con un conjunto de vigilantes anónimos, a través de los cuales controla y escucha opiniones para luego tomarse la libertad de juzgar, condenar y retar a sus protagonistas.

Son los mismos recursos que utilizó para perseguir a opositores, periodistas, magistrados, etc. o los que le posibilitan, incluso como expresidente y ahora senador, conocer de manera privilegiada información que se supone de estricta reserva del Estado, como fue el caso de las coordenadas entregadas por mandos militares cuando se iba a producir el traslado de un integrante de las FARC a la ciudad de La Habana o la que le permitió dar a conocer antes que el Gobierno la noticia de que el general Rubén Darío Alzate había sido retenido por las FARC en el departamento del Chocó.

Lo más grave es que esta vez no se trata, como lo analizó Foucault, del poder ejercido desde el Estado con todos sus aparatos y mecanismos de control; se trata de un personaje que, extasiado de poder, ha hecho suya la famosa frase el Estado soy yo, que muy bien y a su antojo utilizó en sus ocho años de gobierno; sin tener en cuenta que su reinado ya terminó y con él sus cuestionadas épocas de gloria y las de infierno de muchos.

Lo ocurrido refleja también la pobre condición de algunos estudiantes, por fortuna no la mayoría, que muy seguramente a falta de argumentos prefieren recurrir a la protección mesiánica y la estirpe rabiosa y amenazante de su líder.

Bentham quiso hacer un aporte desde la arquitectura para reducir los costos de funcionamiento de las cárceles y hacer más eficiente el cuidado de los prisioneros; Foucault fue más allá y quiso mostrar que al fin y al cabo la forma de organización de la sociedad comporta igualmente una forma de encierro en el que el que todos estamos sujetos a los designios de quienes controlan el poder; ¿qué quiere el señor expresidente?



*Economista-Magister en Estudios Políticos

lunes, 26 de enero de 2015

Economía 2015: mirar hacia adentro

 
Orlando Ortiz Medina*

 
Los acontecimientos registrados a finales del 2014 reafirmaron lo que ya desde hace mucho tiempo se había advertido: que el modelo de crecimiento que ha orientado la economía colombiana en los últimos años es profundamente frágil y que sus resultados no son sostenibles por estar fuertemente supeditados a los vaivenes de la dinámica económica internacional.
 
Ahora que el combustible de la llamada locomotora minera está quemando sus restos, se pone en evidencia lo que significa no haber atendido otras fuentes y sectores de crecimiento, con mayores posibilidades de estimular el consumo y el mercado interno, y cuyo comportamiento no esté necesaria y totalmente determinado por el flujo de comercio y los precios internacionales.
 
Como el nuevo entorno económico se muestra ahora adverso debido a la fuerte caída de los precios del petróleo y a los menores ritmos de crecimiento y la desaceleración de las principales economías del mundo, el país deberá volver ahora la mirada hacia adentro si quiere paliar en algo las consecuencias, que se verán seguramente reflejadas en una afectación sensible de las finanzas públicas, un menor ritmo de crecimiento de la economía y un deterioro del conjunto de sus indicadores externos.

Digamos que podría ser una oportunidad para delinear, ojalá con perspectiva estructural y de largo plazo, un nuevo marco referencia de las políticas de desarrollo y crecimiento económico, que se logre sobreponer a la dependencia de la economía exportadora extractiva, acogiendo sectores como el rural, manufacturero y agroindustrial, así como los de construcción e infraestructura, algunos de los cuales ya dieron señas de vitalidad durante el último año.
 
Para ello es necesario convencerse de que el país cuenta en ellos con un enorme potencial, pero que depende también de la creación de un nuevo entorno y unas condiciones de favorabilidad que sean proclives a las necesidades de cambio en los escenarios en donde se delibera y se deciden las políticas; es decir, que se requiere de una reconfiguración del mapa de poder para evitar que estas –las políticas- sigan siendo el resultado de lo que voceros y apéndice de ciertos sectores deciden, subordinando a intereses privados y particulares el interés general y colectivo.

En principio se esperaba que una de las alternativas a las que acudiría el gobierno para empezar a sentar las bases dirigidas a aminorar los impactos de la crisis del entorno económico mundial estaban por el lado de la reforma tributaria aprobada a final del año; pero otra vez y como siempre no fue más que la ratificación de que somos un país incapaz de pensar para el largo plazo, que sólo pone paños de agua tibia sobre dolencias que si acaso actúan levemente sobre los síntomas, pero que se enajenan a la hora de pensar en actuar sobre las causas y en soluciones definitivas y estructurales.

Fue una reforma que al final tuvo que ocuparse de cómo dejar otra vez tranquilos a los grandes capitales y los poseedores de mayor riqueza en Colombia, que son al fin y al cabo los que siguen imponiendo las reglas de juego y diciéndole al gobierno lo que a su manera de ver y de acuerdo con sus intereses está mal bien o mal hacer. Tal cual pasó con el incremento del salario mínimo, en cuya mesa de negociación no fue posible una decisión concertada y el gobierno terminó acogiendo finalmente la formula propuesta por los empresarios.

Una reforma que tampoco esta vez atendió los llamados en el sentido de que lo que se requiere es que el país cuente con una estructura y un sistema de tributación progresiva, que ojalá en un mediano plazo contribuya a corregir los altos niveles de inequidad que acusa Colombia, que le dé estabilidad a las finanzas del Estado y que sea un verdadero soporte para garantizar niveles de crecimiento económicos elevados y sostenidos.

Los gremios se valieron del mal momento que acusa el entorno económico internacional, y aduciendo que se verían expuestos a mayores problemas de competitividad presionaron al gobierno para impedir que se establecieran nuevos gravámenes sobre los grandes capitales, como sería sensato en un país en donde la mayor carga de financiación de los gastos del Estado sigue corriendo por cuenta de los asalariados de clase media y los sectores de menos ingresos[i].

Lo que sí quedó claro es que la reforma no va a tener mayores impactos sobre el comportamiento general de la economía, al contrario, lo que se espera es que habrá un menor flujo de ingresos a las arcas del Estado, que lo va a poner en aprietos para cumplir con sus compromisos de gasto, cuando sabemos que antes incluso de que ésta hubiera empezado a operar se contabilizaba ya un déficit de 12,5 billones de pesos. Se espera igualmente un menor ingreso de divisas, que tendrá efectos en la devaluación del peso, lo que se tornará a su vez en mayor pago por servicio de la deuda y mayores precios de los productos importados, que son actualmente una alta porción de la canasta de consumo interno y que al final contribuirán a llevar hacia arriba la inflación proyectada para el 2015.

De manera que todo indica que el desempeño esperado para el 2015 no será mejor que el alcanzado en 2014; los resultados de crecimiento que al final obtuvieron las principales economías del mundo y una proyección hacia abajo de las cifras esperadas para 2015, hecha por los principales organismos internacionales, auguran que va a continuar la caída de los precios de las materias primas y la tendencia hacia abajo del volumen de exportaciones, impactos a los que no estará ajena Colombia, cuyas ventas al exterior están representadas en unas tres cuartas partes en materias primas. De acuerdo con la CEPAL[ii], los precios promedio del conjunto de las materias primas mostraron en 2014 una caída de alrededor del 10,5% en comparación con una disminución del 5,2% que se había registrado en 2013.

En general, por el lado del sector externo, el país registra al final de 2014 un aumento del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos cercano al 5% del PIB, debido a que se ha venido presentando una tendencia decreciente de las exportaciones al tiempo con mayor valor de las importaciones de bienes y servicios[iii]. Hasta septiembre de 2014 el país registraba un déficit de US$ 6.043 millones de dólares en su balanza de bienes y servicios, en parte explicada por el deterioro en los términos de intercambio en la balanza de bienes, como resultado en lo fundamental de la disminución en los precios de exportación de los principales productos de origen minero.

Se reafirma de esta manera la necesidad de que el país ponga en curso acciones que lleven a una mayor diversificación de la canasta exportadora y ojalá la llegada a un abanico más amplio de compradores. Ello implica la disposición para invertir en investigación y desarrollo tecnológico, decisión para aprovechar la infraestructura y la oferta de recursos internos, así como para el establecimiento de condiciones a la inversión extranjera, de manera que se dirija hacia sectores que, más que para sus propios intereses, sirva sobre todo a los intereses nacionales.

Lo anterior debe ser también congruente con nuevas políticas en materia de generación de empleo, pues no sólo siguen siendo muy elevados los niveles de informalidad sino también la diferencia entre los ingresos de los asalariados de más alta y más baja remuneración. El pobre incremento del salario mínimo es un contrasentido para una economía que lo que requiere son medidas que estimulen el consumo y los niveles de demanda agregada. Pareciera falta de sentido no asumir que una mejora en la remuneración de los asalariados podría ser no sólo una fuente de estímulo al crecimiento de la economía, sino también una contribución a la disminución de la pobreza, la mejora en la distribución del ingreso y el cierre de la brecha entre las elevadas ganancias del capital y el trabajo.

Hay que hacer conciencia de que corregir la inequidad es una tarea que al final beneficiará al conjunto de la economía, y que mantener en donde están los niveles de desigualdad, que algunos con cierto impudor asumen como una condición connatural a las sociedades, es a la larga un freno a su bienestar y desarrollo.

A las puertas del ingreso a una etapa de posconflicto, debe ser clara la disposición para emprender las reformas que el país requiere para absorber los retos que impone el nuevo entorno económico internacional y responder a las demandas y necesidades de una sociedad que, aunque cuenta con enormes posibilidades, recursos y capacidades para reorientar su rumbo, sigue atada a las políticas y la voluntad de unos cuantos, que extasiados en llevar su mirada solamente más allá de las fronteras se olvidan de las bondades y  la riqueza de la tierra que los pisa. 

 
*Economista-Magíster en Estudios Políticos



Notas
 
[i] Desigualdad del ingreso y pobreza en Colombia: impacto redistributivo de impuestos y transferencias, Isabelle Joumard y Juliana Londoño Vélez. En: http://www.hacienda.go.cr/cifh/sidovih/uploads/Archivos/Sugerencias/Desigualdad%20del%20ingreso%20y%20pobreza%20en%20Colombia.pdf
[ii] CEPAL: Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2014.
[iii] Banco de la República, Evolución de la Balanza de Pagos y Posición de Inversión Internacional, enero-septiembre de 20014.